¿Por qué un puñado de hombres como el P. Diego de Torres Bollo, y sus compañeros de religión, llenos de fe y con el convencimiento de que el indio no era un ser brutal sin alma, se embarcaron en una de las aventuras más fascinantes de la historia de las misiones?
A lo largo de estas páginas, Juan Díaz Risco nos acerca a la persona del Padre Villalpando: un jesuita empeñado en salvar no sólo las almas de los indios, sino también en devolver la dignidad y la identidad a un pueblo constantemente hostigado por los cazadores de esclavos, explotado por los encomenderos y utilizado en las minas hasta la extenuación.
Como muchos otros aguerridos misioneros, el P. Torres, enviado al Perú en 1581, estaba dotado de unas extraordinarias cualidades como organizador, lo que le permitió ocupar numerosos cargos de cierto relieve, hasta que finalmente se convirtió en fundador y primer provincial de la provincia jesuítica del Paraguay (1607-1615) .
El éxito de este experimento misionero no tiene precedentes en la historia de las misiones de la Iglesia. Se trató de crear, con aquellos indios dispersos por la selva, un nuevo grupo social institucionalmente independiente, con un sistema de gobierno formado por elección directa de sus miembros. A lo largo de estas páginas, aprendemos cómo un puñado de hombres valientes se oponen a todo abuso sobre el indígena, aún a costa de sufrir calumnia y persecución.
Un merecido homenaje al joven villalpandino Diego, personaje de una categoría humana y espiritual fuera de lo común, siempre movido por un amor profundo al indígena y a “la mayor gloria de Dios”.
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